Es la primera vez que Javier disfruta del Desfile Militar. Tiene 21 años y no
sería novedad, salvo por una razón: es un joven que tiene discapacidad visual. Y
a pesar de haber nacido ciego, se desplaza por la calle sin bastón. Lo acompaña
una amiga que no quiere declarar pero que, sin duda, es su soporte para que él
viva esta aventura.
"Estoy feliz de estar aquí, de sentir y oír que la gente está alegre,
aplaudiendo a los soldados y policías", comentó a la agencia Andina con
discreción sin explayar más sus comentarios. Solo agregó que no estudia que solo
trabaja y que vive en San Juan de Lurigancho.
Para el Desfile Militar de este año se colocó, por primera vez en su
historia, tribunas a partir de la primera cuadra de la avenida Brasil hasta el
óvalo ubicado en la cuadra 24 de la popular avenida. Motivo suficiente para que
el amor de los peruanos a la Patria no encontrara ninguna barrera que impidiera
su expresión.
Por eso, desde tempranas horas de la mañana la gente se desplazaba por la
avenida 28 de julio desde la avenida Garcilaso de la Vega para llegar a la
altura del Puente de la Brasil ubicado frente al ex hospital del Niño. Conforme
pasaban las horas iba en aumento la cantidad de gente.
Familias completas llegaban de Independencia, Comas, Carabayllo portando sus
banderas bicolor de papel o tela. Algunos además, llegaron con su pase, para
ocupar la tribuna que les tocaba, y otros acudieron con su entusiasmo para
ubicar un lugar propicio para observar el paso marcial de nuestros soldados.
Es lo que le ocurrió a Elisa Osorio (36) que llegó "tempranito" con su mamá e
hija a "bañarse de peruanidad y a expresar el cariño que uno le tiene a su
Patria", comentó. Ella, no se pierde el Desfile Militar desde niña. Así se le
enseñó su madre doña María Uribe (58) quien también aprendió el mismo amor por
el Perú de la autora de sus días que hoy tiene 83 años.
Los que no tuvieron mucha suerte de alcanzar una tribuna pero igualito
disfrutaron el espectáculo patriótico de pie, fueron unos 90 jóvenes
beneficiarios de Beca 18, que estudian computación unos e industrias
alimentarias otros.
Ellos pertenecen al instituto Juan Pablo II de Manchay y este año no estaban
dispuestos a perderse la oportunidad de aplaudir a sus compañeros del mismo
programa social elegidos para desfilar.
Y así como otras personas
llegaron ansiosas a ocupar su lugar estratégico, también comerciantes y
vendedores ambulantes ocasionales se extendieron como sangre vigorosa por la
misma avenida. El olor a chicharroncito caliente, café, carapulcra mañanera se
fue expandiendo sin encontrar barrera social alguna.
Porque de todas las edades, género, condición económica y de diversos
rincones del país, afilaron el apetito para saborear las ofertas alimenticias
más variadas. Desde juanes, empanadas de carne, fresas con plátano, arroz con
leche, mazamorra, chocolates y galletas, hasta humitas, arroz con pollo y
huevitos de codorniz. Lo penoso de esto fue la suciedad que quedó en las
calles.
La mañana, que se había anunciado con llovizna y muy húmeda, calentó no solo
por la tibieza del estómago satisfecho, sino por los aplausos y vítores del
pueblo cuando aproximadamente a las 10 y 20 de la mañana empezó el desfile
cívico militar.
A partir de ese momento quienes ocuparon tribunas, sillas, hasta árboles no
dejaron de expresar su emoción ante el paso de los diferentes batallones de las
fuerzas armadas, policiales y sociedad civil.
Las barras se avivaban cada cierto tiempo mientras iban discurriendo por la
avenida los diferentes destacamentos representativos de cada institución. Una de
las que más aplausos, gritos y vivas recibió fue el Ejército. También el Cuerpo
General de Bomberos. Los hombres y mujeres de rojo fueron aclamados por la gente
en reconocimiento a su entrega cotidiana y desinteresada a favor de la
comunidad.
Cuatro horas duró el jolgorio, protegido todo ese tiempo por estrictas
medidas de seguridad de la policía que logró, un año más, que el espectáculo
cívico militar tuviera un epílogo tranquilo y feliz.
Fuente:Agencia Andina.