El Ollanta que conocí
Este Búho no deja de sorprenderse por el cambio que experimentó el mandatario Ollanta Humala desde que irrumpió en la vida pública. Aquel año 2000 en que protagonizó una intentona golpista contra el presidente Fujimori en el cuartel ‘Locumba’, en Moquegua. Esa acción, en su momento calificada de ‘heroica’, porque supuestamente tenía intenciones de derrocar a un mandatario que pretendía perpetuarse en el poder, luego fue considerada ‘una cortina de humo’, pues esa rebelión militar coincidió, extrañamente, con la búsqueda de Vladimiro Montesinos, que luego huyó del país en el velero ‘Karisma’. En el régimen de Alejandro Toledo, Humala fue ‘premiado’ con agregadurías militares en Seúl y París. En este último país, su esposa Nadine Heredia asistió a cursos de sociología en La Sorbona, llevó a su esposo a conferencias y le presentó a sus profesores sociólogos franceses americanistas, quienes abrieron los horizontes al comandante en retiro, al punto de animarlo a lanzarse a la arena política. A su regreso a Lima funda su partido nacionalista, pero no logra inscribirse y se ve obligado a conseguir un ‘vientre de alquiler’. Era el candidato que le arrebató el discurso a la izquierda de Javier Diez Canseco y reclutó a controvertidos dirigentes provincianos, como las cocaleras Nancy Obregón o Elsa Malpartida, esta última actualmente presa acusada de integrar una organización de narcotraficantes y colaborar con Sendero Luminoso. Ese discurso radical, además de su pública adhesión al presidente venezolano Hugo Chávez, que habría financiado parte de su campaña, lo perjudicaron en la segunda vuelta. La primera la ganó con ostensible ventaja, pero en la definición fue derrotado por Alan García. Recuerdo que a los meses Ollanta convocó individualmente a representantes de medios de comunicación para dialogar en su local partidario. Este columnista conversó con él.
Creía que la prensa había tenido mucho que ver en su derrota. Le conté mi experiencia cuando seguí la campaña electoral de 1990, calificada por analistas como ‘la más sucia en la historia de América Latina’ entre Fujimori y Vargas Llosa, donde el ‘japonés’ tenía a toda la TV y casi toda la prensa escrita en contra y ganó. Ollanta se pintaba como un militar comprometido por la extrema pobreza del país. La entrevista fue pactada para veinte minutos y duró más de una hora. Terminó cuando llegó su esposa Nadine. La segunda vez que conversé con Ollanta fue durante la siguiente elección presidencial, en un mitin en Trujillo. En realidad fui por Kuczynski y Keiko, pues Ollanta estaba cuarto detrás de Toledo, Keiko y PPK. En ese momento, sentí algo de pena por ese dúo entusiasta que me llevó en su camioneta hacia las televisoras de provincias, desairando a los pueblitos que lo esperaban. ‘No podemos estar en todos lados, la televisión llega a miles de personas en Trujillo’, explicó. Ya no usaba polo rojo y ofrecía culminar los grandes proyectos de irrigación. Prometía agua, electricidad y no tocaba el tema de la inversión minera. Fueron la soberbia de Toledo y la espalda que le dio el ‘Perú profundo’ a PPK, que lo colocaron en la segunda vuelta. Ollanta cambió su plan de gobierno y desechó ‘la gran transformación chavista’. Con el espaldarazo de Mario Vargas Llosa lavó su imagen de ‘antisistema’ y ganó las elecciones. ¿Dónde quedó ese militar joven, con ideales, que alentaba a la inversión privada en la minería? ¡Conga va!, era su grito y fomentaba una política económica responsable, que continuó en crecimiento en los dos primeros meses de gobierno. Por el frustrado proyecto Conga le empezaron a salir canas. Ya no se mostraba sonriente con la prensa y empezó a festejar y justificar las bravuconadas del mandatario ecuatoriano, el matón Rafael Correa. Manejó pésimamente el bochornoso caso de la seguridad policial al llamado operador montesinista Óscar López Meneses y el de su amigo y financista de su campaña, Martín Belaunde Lossio. En este último caso, Nadine y su hermano están comprometidos. Políticamente también optó por enfrentar a la oposición en el Congreso, colocando en presidencias y en el Consejo de Ministros a peones sumisos a la primera dama. Su bancada se desinfló y ahora franeleros de la pareja presidencial buscan dar de baja al Congreso y el presidente no sale con firmeza a desechar esa descabellada idea. Luce sin reacción, parece un boxeador al que están vapuleando y solo espera que tiren la toalla. Apago el televisor.
Fuente: El Búho-Trome.