Alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, acumula una serie de pérdidas económicas ingentes sin retorno a la urbe.
La gestión del alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, ha evidenciado lo que ocurre cuando el populismo se disfraza de eficiencia y desprecia el análisis técnico.
Desde el inicio de su gestión edil, López Aliaga ha tomado decisiones que han comprometido el futuro de la ciudad, lo que deja una pesada carga para las próximas administraciones.
Una de las decisiones más alarmantes ha sido el desconocimiento unilateral de contratos vinculados a concesiones de peajes.
Pese a las múltiples advertencias legales, técnicas y presupuestales, el alcalde optó por declarar nulos contratos sin una estrategia jurídica coherente.
El resultado es el forado presupuestario de más de 200 millones de dólares, que hoy representa un déficit de mediano plazo en las finanzas de la ciudad.
Lejos de ser un acto de justicia contra concesiones cuestionables, esta medida ha sido un acto de temeridad que Lima pagará muy caro.
La actual gestión ha comprometido recursos públicos que exceden el periodo de su mandato. Todo esto bajo un patrón que parece más enfocado en alimentar una campaña presidencial anticipada que en resolver estructuralmente los problemas de la ciudad.
La posibilidad de una renuncia antes de tiempo para postular al sillón presidencial puede suceder pronto, y pretenderán olvidar estas graves decisiones contra el futuro de los limeños.
A ello se suma el despropósito de adquirir trenes en Estados Unidos —calificados como chatarra por la prensa local californiana— con la promesa de activar un ferrocarril de pasajeros entre Lima y Chosica.
Y la improvisación es tal que ahora resulta que las dimensiones de los trenes superan el tamaño de la infraestructura ferrovial.
Una gestión que no evalúa riesgos, que desprecia la técnica y la política pública bien diseñada debe rendir cuentas a la ciudadanía y sobre todo al juicio de la historia.
Fuente; La República, 29/6/25