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¿FUE CONQUISTA DEL PERÚ, UN EXTERMINIO MASIVO? AQUÍ UNA: VERSIÓN DEL VENENO DE CAJAMARCA, CARTA DE FRANCISCO DE CHAVES AL REY - AGOSTO DE 1533.

 



VERSION DEL VENENO DE CAJAMARCA, CARTA DE FRANCISCO DE CHAVES AL REY - AGOSTO DE 1533.

La carta de Francisco de Chaves se halló incluida en un grupo de documentos que han sido cuestionados por un sector de investigadores, sin embargo para desacreditarla se le atribuye la palabra “genocidio” que no forma parte de la misma, nuestra observación está en el párrafo: “El Inca, temiendo la muerte, mandaba a gritos que huyeran”, se sabe que en las relaciones oficiales y durante la primera década de la invasión, la palabra Inka es desconocida, sólo aparece en los primeros años de la década de 1540 atribuida a Miguel de Estete cuando escribe “Inca es igual a rey”, otra observación a la trascripción de la carta es : “Hay muchas versiones sobre la captura del rey de esta tierra”, en la “Carta a los Oidores” de Hernando Pizarro, La “Relación Anónima” y la “Verdadera Relación” de Francisco de Xeres no se asocia la palabra Rey a Atawalpa, se utiliza “Cacique”, “Gran señor”, siendo estos documentos contemporáneos a la redacción de la carta, consideramos importante que se debe publicar el manuscrito original, puesto que la carta que conocemos es una transcripción de la investigadora,
Referente al dibujo que representa a Francisco de Chaves escribiendo la carta, seria contemporáneo a los contenidos en la crónica firmada por Waman Poma, es decir comienzos del siglo 17, así mismo Garcilaso de la Vega, que escribe en esos años, en la Segunda parte de los “Comentarios Reales” sobre la reacción a la sentencia de muerte de Atawalpa en Cajamarca: “Lo cual, sabido por los españoles se alborotaron muchos de ellos, así de los que fueron con Don Francisco Pizarro, como de los que fueron con Don Diego de Almagro, que eran de ánimo generoso y piadoso; entre los cuales los más señalados fueron Francisco de Cháves y Diego de Cháves, hermanos, naturales de Trujillo”, en el primer párrafo de la carta de Francisco de Chaves se lee: “Su Majestad. Yo Francisco de Chaves, leal súbdito de su Majestad, natural de Trujillo”, Según las investigaciones se han identificado hasta tres Francisco de Chaves de los cuales la investigadora señala: “Resulta que el Francisco de Chaves autor de esta carta es el primero de los tres Francisco de Chaves del catálogo de Del Busto Duthurburu”, el mismo que Porras denominó “El Almagrista”.
Garcilaso relata un enfrentamiento posterior entre invasores y Quizquiz: “Los indios salieron con gran ferocidad y pelearon valerosamente. Los españoles hicieron lo mismo, aunque los muchos sobrepujaron a los pocos. Mataron diez y siete españoles, aunque un historiador dice cinco o seis, e hirieron otros; otros quedaron presos y otros se escaparon a uña de caballo. De los indios murieron setenta. Los que quedaron presos fueron: Francisco de Cháves, que era uno de los caudillos”, en la relación oficial de Francisco de Xeres y de Sancho de la Hoz no figura el nombre del autor de la Carta.
La investigadora italiana Laura Laurencich-Minelli presentó en el año de 1998 la transcripción de la carta de Francisco de Chaves que dirigía al rey fechada en 5 de agosto de 1533 en la que: “Denuncia que nunca hubo una batalla en Cajamarca, pues la victoria había sido lograda por Pizarro gracias a la ayuda del veneno, y de otras ignominias que el mismo Pizarro había efectuado contra la Sacra Catholica Cesárea Magestad como hurto, falsificación de registros y de censura y amenazas contra quien sabía de sus ilícitos. Además denuncia a Pizarro por no haber respetado el pedido de Atahualpa, rey legítimo por sangre, de presentarse ante el mismo Carlos V, agarrotándolo para que no le revelara los hurtos y atropellos de que había sido víctima y para que Su Majestad no se diera cuenta de cuanto debía pretender de la conquista de este riquísimo reino”, la carta también incluye otra acusación: “ Francisco Pizarro robó de la cuenta real para repartirse el oro con sus medios hermanos y aliados: Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, con el tesorero Alonso de Riquelme, fray Vicente de Valverde, los capitanes Hernando de Soto y Sebastián de Benalcázar impidiendo violentamente la salida de hombres, cosas e ideas contrarias”, la investigadora resalta otros datos que contiene la carta que considera verosímiles con la documentación de la época “ Él menciona la fecha, el nombre y tonelaje de la Almiranta de la pequeña expedición: la Santa Catalina, de setenta toneladas, que zarpó de Panamá el 27 de diciembre 1531, la fecha y el día de la muerte de Atahualpa (el domingo 26 de julio 1533), fecha que solamente en estos tiempos se dedujo de los registros de la tesorería fiscal ( Del Busto Duthurburu, 1978”
Este documento entre otros, según la investigadora, fueron regalados al Mayor Riccardo Cera, tío de la actual propietaria Clara Miccinelli, por el Duque Amedeo de Saboya Aosta, que perteneció a una rama colateral de la entonces familia reinante italiana, cuyo abuelo, Amedeo I, había sido rey de España durante un tiempo muy breve (1870-1873)
El documento fue sometido a varias pruebas por la investigadora italiana para comprobar su veracidad como exámenes grafoscopios, comparación de documentos para verificar la grafía y la firma de Polo de Ondegardo, quien escribió en la carta “No es cosa” algo así como no tomarla en cuenta, también se analizó la grafía y la firma del Padre Acosta, quien fue provincial del Perú entre los años de 1576 a 1581 se analizó los colores y la tinta y C14 acelerado sobre los sellos, lo que implicaría que si fuera una falsificación esta se habría realizado entre finales del siglo 16, sería la falsificación más antigua que se conoce, las futuras investigaciones lo determinaran.
Esta carta estaba adjunta a Exsul Immeritus Blas Valera Populo Suo, del Padre jesuita Blas Valera, cronista mestizo, que Garcilaso menciona como Fuente, quien afirma que la carta la recibió de su tío Luis Valera al cual se la había entregado el mismo Francisco de Chávez, cuenta también que la carta la entregó al Padre Acosta pero este la guardó y por ese motivo el tío de Blas Valera la robó y finalmente se la entregó al cronista.
La investigadora nos relata: “Las denuncias de Francisco de Chaves se enfocan por un lado en los antiguos principios de la hidalguía que aceptaban la astucia en las batallas, pero no el engaño, y por el otro lado en el complejo concepto jurídico y religioso a través del cual se logró dar legitimidad a la presencia española en América y al mismo tiempo legitimar el derecho del Rey de España de ejercer soberanía en las Indias Occidentales. Conceptos que todos los estudiosos de la historia del período colonial hispano-americano conocen bien: principios sustentados jurídicamente en las 3 Bulas de Concesión,(DONACION) en que Alejandro VI (1493) otorgó a los Reyes Católicos, a título personal, las Indias, a cambio del trabajo de evangelizar sus naturales”
Existen documentos asociados que probarían la veracidad de la carta, la investigadora francesa Cantú, (investigación publicada en las actas del coloquio de roma 2001) presenta dos cartas halladas en el archivo público “Archivio di Stato” de Nápoles, se trata de dos cartas escritas por el Lic. Francisco de Boan que escribió desde lima fechadas en los años 1610 y 1611, dirigidas a don Pedro de Fernández de Castro, Conde de Lemos, en esos tiempos Virrey de Nápoles (1610-1616).cartas que deberán de ser publicadas en copia del manuscrito original para su revisión.
En la primera carta de 1610 Francisco de Boan relata que la censura no habría sido “cabal” decía que: “un yndio desataviado, ladino y amigo de pleytos rogaba mi amparo por ciertas sus tierras, me entregó unos dibujos y en verdad, entre ellos, uno me turbó, que va con esta juntamente; y confessó el miserable que los había quitados a un mestizo, de quien no sabe su nombre, según lo que dize, empero todos los llaman ruiruruna”
El Lic. Boan añade en su carta un punto de extrema importancia que menciona las Censuras: “Que la dicha censura no fue cabal y tampoco las cautelas bastantes”.
Así mismo la carta de Lic. Boan habla de la “Destrucción de documentos españoles e indígenas ligados a la conquista”, es en ese sentido que se podría afirmar que lo que finalmente se publicó o aprobó es exactamente la versión más favorable que justifica la invasión y que toda la historia oficial como aquí planteamos debe ser cuestionada y replanteada, además se conoce la publicación de las Pragmáticas de Valladolid de 1556 y 1558 que castigaba con la Pena de Muerte a los autores que publicaran sin la autorización del rey y se ordenó recoger todos los documentos que desarrollaban temas de las “Indias” que no contaban con la licencia del rey, lo que coincide con lo mencionado por el Lic. Boan.
La segunda carta transcrita por la historiadora francesa relata que el Lic. Boan había cumplido personalmente una “Detenida investigación” entre relaciones de la “conquista” y dice haber encontrado una “Memoria de las hazañas de caxamarca no sometida a censura” escrita por un hidalgo llamado Alonso de Briceño, en la cual se informa tanto sobre el veneno de Pizarro y sobre las falsas cuentas de Riquelme y Salcedo, por lo que el Lic. Sugiere destruirla, como igualmente sobre los nombres del grupo que: “Despreciando victoria sin honra y sin gloria, no perdonaron al Marqués”, Alonso Briceño figura en la relación oficial de Sancho de la Hoz recibiendo parte del oro del rescate de Atawalpa, así mismo el Lic. Boan informa los nueve nombres de estos opositores: Francisco de Chaves, Diego de Mendaña, Diego Méndez, Rodrigo Orgónez, García Martín de Padilla, Diego de Aguilera, Hernando de Mercado, Rodrigo de Ibarra, Francisco de Albarrán, los nueve nombres que faltarían a la relación de Francisco de Xeres cronista oficial de los hechos de Cajamarca.
Sin embargo Francisco de Chaves, en su carta al Rey que escribe el 5 de agosto 1533 anuncia que Francisco Pizarro ya había enviado, escrita por la mano de Xerez, una “Relación de lo que se ha hecho a la saçon del estado de las cosas desta tierra, defendiendo su resolución”, de haber mandado a muerte Atahualpa documentos oficialmente aceptados y que han servido de “fuente” para escribir la historia oficial.es conocida la carta de Hernando Pizarro a los oidores de la audiencia de Santo Domingo (1533) donde en el primer párrafo hay un dato que resaltar:
“Yo llegué a este puerto de La Yaguana, de camino para pasar a España, por mandado del Gobernador Francisco Pizarro, a informar a Su Majestad de lo sucedido en aquella gobernación del Perú e la manera de la tierra y estado en que queda. E porque creo que los que a esa ciudad van darán a vuestras mercedes variables nuevas, me ha parecido escribir en suma lo sucedido en la tierra, para que sean informados de la verdad.”
Podríamos deducir que esas líneas se referían a la posibilidad de que se filtre alguna “otra” versión, quizás la versión francisco de Chaves.
El auto proclamado Pizarrista Raúl Porras Barrenechea deja la siguiente reflexión al terminar su artículo “Crónicas perdidas, presuntas y olvidadas sobre la conquista del Perú”:
“Estas apuntaciones en las que hay algunas exhumaciones de crónicas y personajes oscurecidos, han de extenderse y completarse con nuevas inquisiciones en bibliografías y archivos extranjeros y revisiones de mis propios apuntes, que aún trato de coordinar. Las entrego a la curiosidad de los investigadores honestos de historia peruana para que las aprovechen en el esclarecimiento de sus fuentes históricas con la seguridad de que hay en ellas omisiones y faltas, como en toda obra primicia, pero también un nuevo y abundante material no mencionado hasta ahora por la historiografía parásita, para renovar la gastada y rutinaria nómina de los cronistas del Perú”
Desde nuestro punto de vista el hecho de que se confirme la autenticidad o falsedad de la carta mencionada y se invalide o confirme la veracidad de los documentos asociados, no cambia en nada los resultados de la invasión, el genocidio y etnocidio de seres humanos, hombres, mujeres, niños y ancianos, de sus costumbres, espiritualidad y cosmovisión originaria, estos documentos solo respaldarían nuestra teoría de que todas la crónicas publicadas responderían a un argumento oficial (propaganda) y relataban una historia en muchos casos influenciada por la historiografía clásica europea (Greco-Romana) en otras interpretada desde un punto de vista dogmatizado y finalmente redactada respondiendo a los intereses de los invasores, está claro que existía censura y control absoluto de lo que se publicaba, (cronista mayor del consejo de indias, Pragmáticas de Valladolid, Inquisidores) por lo que las crónicas y relaciones para nosotros son solo referencias que deberán de ser probadas con estudios científicos modernos y así realmente escribir nuestra historia, mientras tanto son versiones incluida la carta de Francisco de Chaves.
TEXTO DE LA CARTA:
“Su Majestad. Yo Francisco de Chaves, leal súbdito de su Majestad, natural de Trujillo, descendiente de la estirpe de los Chaves, siempre al servicio de la Corona, como uno de los conquistadores de este reino del Perú, humilde servidor, escribo a su Majestad, dándole cuenta de todo lo sucedido en esta tierra. Fui compañero de armas de mi coterráneo, el gobernador Francisco Pizarro. Partimos de Panamá en la misma nave, el 27 de diciembre de 1530, con el objetivo de conquistar este reino del Perú. Hay muchas versiones sobre la captura del rey de esta tierra (Atawalpa), pero yo la escribo tal como fueron los hechos en Cajamarca, en honor a la verdad, respeto y lealtad que se merece la honorable autoridad de la Corona de España. Nosotros venimos en el navío Santa Catalina, piloteado por Bartolomé Ruiz. Entre los tripulantes estaban los religiosos: Vicente Valverde de la orden de Santo Domingo, los frailes Juan de Yepes y Reginaldo de Pedraza. Durante el viaje, don Francisco Pizarro y los tres religiosos platicaban mucho. Don Francisco les contaba que a los indios les deleita el vino por ser de uva y de diferente sabor que el licor que bebían, y que gracias al vino se ganaba muchos amigos entre los indios y que también le utilizaba con astucia para vencer a una muchedumbre de enemigos feroces y bien armados. Como entenderá su Majestad, así se fue tramando la estrategia para la animosa empresa. De la malévola decisión tomaron parte los padres alejados de la ley de Dios. Yo vi, en uno de los ángulos de la nave, cuatro odres de vino en cuyo sobre decía “Vino del capitán”. Francisco Pizarro y los religiosos hicieron un pacto secreto: juraron repartirse la gloria y la riqueza y no traicionarse jamás. No obstante, después, el fraile Reginaldo Pedraza decidió separarse, regresó a Panamá con una bolsa de piedras verdes. Nosotros, caminando por la Sierra de este reino, tuvimos que sobreponernos a las fatigas y penurias: cruzamos pueblos, ríos y montañas. Inesperadamente tuvimos la noticia de que estábamos próximos a la corte del Inca que viajaba orgulloso de su triunfo. En Cajamarca, por orden de Francisco Pizarro, el intérprete Felipillo sirvió dos copas del vino bueno a Atahualpa. Debo acotar que el tal Felipillo era del pueblo de los Chimores y hacía cinco años que estaba al servicio de Pizarro. Cuando estaba frente al Inca manifestaba cierto temor y reverencia. Con humildes palabras le traducía lo que le decían nuestros dirigentes. Cuando Pizarro creyó que había llegado el momento oportuno ordenó a Felipillo traer el vino envenenado de los frailes. Pizarro cifraba toda su esperanza que el artero ardid funcionara, porque estábamos al frente de un numeroso ejército. PIZARRO ORDENÓ A FELIPILLO TRAER EL VINO ENVENENADO DE LOS FRAILES. CIFRABA TODA SU ESPERANZA EN EL ARTERO ARDID. Con palabras persuasivas de paz y amistad sirvió el Felipillo el vino envenenado a los capitanes y consejeros del ejército inca. Pronto la bebida letal surtió efecto y el ejército, al ver morir a sus jefes, se vio sorprendido y desconcertado. Fue el momento propicio para el ataque con la caballería y las armas de fuego. Esta es la verdad y no lo que dijo después Pizarro que la gloriosa victoria se debió al auxilio del apóstol Santiago o a la Providencia. Es un delirio que un oficial lleve este engaño a su Majestad, Pizarro prefirió el fraude desde el principio antes de optar por luchar con honor y bravura. Mis padres valerosos y orgullosos decían: “Más vale perder el hombre que el buen nombre”. El mortífero veneno dio el triunfo al Gobernador. Fue una ingloriosa victoria que nunca hasta entonces ha tenido un conquistador en el mundo.’ La codicia por todo el oro del mundo no puede jamás perder el juicio de un caudillo para hacer lo que se ha hecho, tremenda injuria al rey vencido. Aunque pagano, pero rey por nacimiento y por derecho. Sepa usted que al rey Atahualpa lo metieron en una celda cerrada y lo vigilaban cuatro hombres y no le dieron libertad, a pesar de que manifestó que tenía la voluntad de visitar y rendir homenaje a su Majestad. Quizá Pizarro temió que la verdad saliera a luz. Este riquísimo reino debe formar parte de sus dominios, Majestad, y no de don Francisco Pizarro y su tesorero Alonso de Riquelme. No obstante que el prisionero cumplió con su palabra para recuperar su libertad, le procesaron por traidor y rebelde. Sin que haya hecho daño alguno, Atahualpa murió agarrotado el 26 de julio del presente año. El hecho causó escándalo y alboroto porque muchos no estaban de acuerdo con la ejecución, incluso los hermanos y amigos de don Francisco Pizarro. Sin embargo, es lamentable la complicidad de los padres dominicos. Su majestad juzgará la gravedad de los hechos. Sé que Francisco Pizarro por medio de su secretario ha relatado falsamente todo lo que ha ocurrido en esta tierra. Para fundamentar la toma de decisión de eliminar al Inca, seguro que dijeron que el prisionero tramaba contra nosotros el ataque de un gran ejército venido desde el Cuzco. La verdad que no liemos visto ni grandes ejércitos ni pequeñas guarniciones. El prisionero estuvo bien resguardado noche y día y no había ningún peligro que nos acechara… Me parece que no hay forma de honrar a España haciendo fechorías. Mis abuelos me enseñaron que con hechos fuera de la regla y perfidia no se logra gloriosas victorias. Fui un compañero obediente y leal del Capitán. Luché a su lado en toda la campaña de la conquista de estas tierras: desde Tumbes hasta Tangarará, San Miguel, Motupe hasta Saña. La ardua brega duró siete meses. Llegamos a la provincia de Cajamarca. Nuestro ejército estuvo conformado por 177 hombres con lanzas, picas y espadas. De los cuales había 67 soldados a caballo, y entre los 110 soldados de a pie, había tres arcabuceros, siete escopeteros y veinte ballesteros. Fue un sábado 15 de noviembre de 1532. El Inca reposaba en las aguas termales que se encuentra a dos leguas de Cajamarca. El Capitán al ver a la multitud de indios, puso en alerta a su artillería con dos culebrinas de ocho a diez pies de largo Muy tensos esperamos al enemigo. Yo estaba al lado de Pizarro.

El ejército de Atahualpa sumaba algo más de diez mil indios. Todos armados con hondas, mazas, hachas, bolas, lanzas, macanas, rodelas y otros. A pesar de que Atahualpa tuvo mucha más gente, la batalla no la iniciaron ellos. El ardid del envenenamiento funcionó. Algunos oficiales incas caían muertos, otros se debatían entre sufrimientos y dolores. Los consejeros principales del Inca caían de golpe. El Estado Mayor del Inca fue eliminado. Pensó Atahualpa que era un castigo invisible de un dios que golpeaba a traición a sus generales. Al no tener órdenes los guerreros indios no se lanzaron al ataque. El momento esperado por el Capitán había llegado. Ordenó que le pusieran en el pecho del Inca puñales y espadas. El Capitán y el fray Valverde le obligaron para que ordenara a los indios que se retiraran de la plaza. Muchos indios huyeron, cayéndose unos sobre otros. El Inca, temiendo la muerte, mandaba a gritos que huyeran. Los indios asustados creían que estaba ocurriendo un suceso sobrenatural. En poco tiempo herimos y matamos una gran cantidad de indios. Todo esto estaba muy bien planificado. Sepa su Majestad que los indios no comprendían lo que les sucedía a sus generales en Cajamarca y aún no lo saben. Aún creen que fue un castigo de algún dios y levantan los ojos al cielo. Suponen que fue una venganza de uno de los dioses para castigar al Inca y a su pueblo (…) Los naturales no conocían otro veneno que aquel que utilizaban para frotar sus flechas. Por la arremetida con arcabuces, lanzas, espadas y sobre todo por tomarlos de sorpresa, damos muerte a tres mil hombres. El engaño es un deshonor, ME PARECE QUE NO HAY FORMA DE HONRAR A ESPAÑA HACIENDO FECHORÍAS. Así se ganó la batalla en Cajamarca. El fraile Vicente Valverde hizo la siguiente oración: “Dios sea alabado por todos los favores que nos hizo, gracias a la Providencia y aún más al oropimente”. Le confieso a su Majestad que he matado a muchos indios. No se defendieron con heroísmo los soldados del Inca porque estaban en huida. Gané honor, oro y mujeres. Hasta ahora callé la verdad y sin escrúpulo yo también glorifiqué la falsa hazaña. Pero después me di cuenta de que el Capitán y los frailes eran soberbios, malos y duros de sentimientos. La mala intención fue escribir con sangre y pánico la historia del reino del Perú al haber ajusticiado sin causa alguna al desventurado rey Atahualpa. No se contentaron con tantos robos, daños, el saqueo de tanto oro y plata y objetos preciosos de gran valor, ni con haber matado a millares de hombres en nombre de su Majestad y de Nuestro Señor. Hicieron tantas tiranías que por ser ofensivas a su Majestad no os digo. (…) Como servidor de su Majestad, sin apasionamiento alguno, con deseo de justicia, le envío esta carta para que sepa la verdad. Estoy seguro de que, según el interés del Gobernador, escribirán mentiras, todas alejadas de la verdad. Muy confiados de que no habrá investigación, el Gobernador, sus centinelas y fieles seguidores, sin ninguna licencia, hacen lo que quieren. Los hombres allegados a Pizarro son: su tesorero Alonso de Riquelme, el fray Vicente Valverde, los capitanes Hernando de Soto y Sebastián de Benalcazar, sus medios hermanos de parte de su padre: Juan Gonzalo y Hernando y su medio hermano de parte de su madre, Francisco Martín de Alcántara. Acá, todos los demás somos vigilados e investigados, sobre todo estamos prohibidos de salir con cosas y noticias ajenas a los intereses del capitán. Como testigo presencial tengo muchas más novedades que informar a su Majestad, porque deben ser de vuestro interés. Así, por ejemplo, de la mayor cantidad de riqueza que descubrimos y cada día se descubre, don Francisco Pizarro lo reserva para él y en secreto se reparten con sus hermanos y allegados. Nos enteramos también que tuvo mucho oro escondido y de ello no dio cuenta casi a nadie. Usted debe conocer, Majestad, Rey de estas nuevas provincias, altísimo y señor de todos nosotros, que conquistamos con corazón limpio estas tierras bajo la bandera de León y Castilla, que no es la cantidad de oro y plata que le corresponde según el quinto real. Si yo le diría falsedades, considéreme hombre de poca estima y ordene que me corten la cabeza. Yo haré lo posible para que esta carta llegue a sus manos a pesar de que el Capitán nos amenazó castigarnos ejemplarmente si informáramos acerca del veneno y de los otros medios ilícitos que comete. Ruego a Dios, nuestro Señor, que todo salga bien. Pues, por tener una posición contraria y no estar de acuerdo con las cosas que veo y he visto, soy odiado por Francisco Pizarro y temo que me maten. El Capitán habiendo sido mi amigo, ahora me increpa de amotinador. Sospecha de todos. Mató al fraile Juan de Yepes por quebrantar el juramento y romper el secreto. No le concedió perdón ante sus súplicas y le “premió” dándole la vida perdurable. Es todo cuanto le puedo informar hasta ahora, Majestad. Créame no abrigo ni envidia ni malicia y confío que usted hará justicia a sus súbditos y castigará ejemplarmente a los que cometen atrocidades y delitos. Nuestro Señor, la Sagrada Iglesia (…) Cuide con esmero sus reinos como su Majestad lo desea.
Cajamarca, 5 de agosto de 1533. Su humilde siervo don Francisco de Chaves.”